Tenía ya mucho
tiempo de no pasar por estos lados, sin haber dejado de escribir en ningún
instante.
Y es que la vida últimamente me trata así, de
despegues y aterrizajes. A ratos emprendo el vuelo, cual amante de la libertad,
y otras tantas aterrizo porque deseo caminar en tierra firme.
El tema de esta entrada tiene que ver con mis últimas
indecisiones, dualidades e inseguridades. Siempre trato de mostrar la mejor de las firmezas, tengo la convicción
(en realidad la tengo) que una mujer tiene que volar con libertad para alcanzar
cada sueño y cada meta. Sin embargo, hace muchos años entendí que enamorarse
constituía ese cese de la libertad y la negociación de cada sueño y cada meta,
y reafirmé ese pensamiento cuando me separé del padre de mis hijos, siempre me
posicioné sin tregua, ni negocio cuando se tratara de mi construcción como
mujer.
Pero… hace un par de años (bastantes para ser exacta)
conocí a alguien que al principio veía con indiferencia. Un hombre que como
esos cuentos de hadas, apareció en el
momento indicado. Sí, en ese momento de desplomo, de aterrizaje forzoso y
tropiezo de cara, en ese momento cuando estás como el águila, rompiendo el pico
y botando el plumaje. Y al lado de él, me reconstruí. Volví amante de mis
sueños, perseverante, tenas, incisiva e implacable. Todas esas cualidades las
aportó él a mi vida. . Él es todo lo que yo no soy y por ello, es mi
complemento.
Somos diametralmente distintos en modo y forma, pero
tan iguales en ideales, en perspectivas y anhelos. Es algo que se construyó de
a ladrillo a ladrillo. Yo soy una máquina de ideas, que él es capaz de
configurar y plasmarlas. Y me enamoré, me enamoré de mi Aladino, ese que le
dices que, y él te lo hace tangible, te lo hace real. Es lo que hoy yo
llamaría, el hacedor de sueños.
Y es que cualquier mujer, amaría encontrar a su Aladino,
o no?
Con quien hablo de él, me responde, viví este momento, disfruta, amá sin tregua ni
reproches. Y quizá me escuche fuera de sí, pero más de una vez he sentido, que
la magia de la divinidad hizo que dos almas perdidas y desboronadas, se
encontraran para sentir que amar es posible, pero es más posible ser amado.
Y todos estos sentimientos me hacen querer hoy caminar
sobre tierra firme, me hacen sentir que necesito canjear libertades por
compañía. Me hacen entender que negociar en el amor no violenta libertades, me
siento necesitada de expresar y sentir todo en cuanto estoy dispuesta a dar. Y sí,
ya sé. Alguien feminista como yo, podrá decirme, que estar acompañada no
significa renunciar a sueños y anhelos, y crean, lo comparto. Pero ese dilema
que hoy siento, es mi deseo, y soy feliz sintiéndolo.
Soy feliz sabiéndome naturalmente mujer, amante de ese
compañero que deseo y con quien me siento heroína, bruja y princesa a la vez.