lunes, 13 de agosto de 2018

UNA FOTOGRAFÍA


 

Una fotografía se vino a mi memoria, no está plasmada en una placa, parece un recuerdo dibujado a plumilla, es un recuerdo renacentista, es un momento profético, es toda nuestra vida en compañía.

Y aquí estoy. Observando desde lejos. Expectante de nuestro recorrido ya en lejanía. Me veo allí, en la fotografía, pero no la palpo, soy expectante desde la penumbra.

Conozco lo que siente la mujer sobre esa cama revuelta, en una habitación hotelera del centro de la ciudad; donde la escena aparece como el fragmento de una ceremonia llena de armonía.

Estoy allí contigo y también aquí, sola, en otro tiempo de la conciencia.

En el cuadro la pareja descansa después de hacer el amor, la piel de ambos brilla húmeda. El hombre tiene los ojos cerrados, una mano sobre su pecho y la otra sobre el muslo de ella, en íntima complicidad. Para mí esa visión es recurrente e inmutable, nada cambia, siempre es la misma sonrisa plácida del hombre, el mismo cansancio de la mujer, los mismos pliegues de las sábanas y rincones sombríos del cuarto, siempre la luz de la lámpara roza los senos y los pómulos de ella en el mismo ángulo y siempre las manos del hombre acarician  los cabellos oscuros con igual delicadeza.

Cada vez que pienso en ti, así te veo, así nos veo, detenidos para siempre en ese lienzo, invulnerables al deterioro de la mala memoria. Puedo recrearme largamente en esa escena, hasta sentir que entro en el espacio del cuadro y ya no soy la que observa, sino la mujer que yace junto a ese hombre. Entonces se rompe la simétrica quietud de la fotografía y escucho nuestras voces muy cercanas.

 

jueves, 9 de agosto de 2018

VIGENTE EL SEGUNDO SEXO?


Tenía miles de no pasar por acá, y necesito cuestionarme la paz y la guerra. No consivo la idea de no racionalizar el sentimiento más oculto, dilucidar los orgullos sin revestir al amor desde lo femenino.

 Hay tanta vigencia pensarnos hoy a nosotras y nuestra condición de humanas, cuestionadas y expropiadas de voluntades propias e utópicas. Simone de Beauvoir, vive en las letras del segundo sexo,  al no ser superada en los cuestionamientos del siglo XXI.  

Pues, es tan certero que “no se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico, económico define la imagen que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; el conjunto de la civilización elabora este producto intermedio entre el macho y el castrado que se suele calificar de femenino”. 

El nacer hombre, es nacer privilegiado desde lo económico, lo social y el prestigio matrimonial, y son estos privilegios que nos empujan ardientemente a gustarles a los hombres, es como si continuáramos en esa posición de subordinación. El punto es que la mujer se conoce, se elige y se desecha, no en la medida que nos reconocemos a nosotras mismas, sino en la construcción que hace de nosotras el hombre. 

Si hemos minimizado la brecha que nos separa de los hombres, ha sido gracias al trabajo, pues este último es lo único que nos puede garantizar una libertad concreta.

Es preciso reconocer que no debemos huir del hombre, más bien debemos reconocer en él un instrumento de placer. Si queremos establecer circunstancias favorables en la pareja debe desaparecer la idea de competición, empero, ello depende en gran medida del compañero, y es hasta entonces que una se dedica a vivir su condición de mujer como el hombre vive su condición de hombre.

 

 

PARA ENCONTRARNOS Y NO ATROPELLARNOS, ES IMPORTANTE RECONOCER EN EL OTRO A UN COMPAÑERO.